Cuando estábamos de visita en la casa de un buen amigo, éste nos mostraba su colección de acetatos y nosotros encontrábamos ahi una especie de reflejo de la personalidad de él. Y cuando nosotros éramos los anfitriones, en algún momento de la velada lo llevábamos a nuestro rincón favorito, ahí donde teníamos el equipo de sonido y le decíamos: "Mira lo que he comprado" y sacábamos un reluciente empaque de cartón, aún con su cubierta de papel celofán cuidadosamente abierta para que la portada no se maltratara. Al hacer esto mostrábamos con orgullo no solamente el disco sino nuestro tornamesa y pasábamos a escuchar el contenido.
Hablar de los LP's es hablar de buena parte de nuestra historia personal. Es recordar cuando íbamos a la tienda de discos donde éramos clientes a ver si ya había llegado lo que tanto estábamos esperando. O al ir caminando por alguna avenida de la ciudad, en una tarde lluviosa de sábado, nos topábamos con una portada inesperada en un escaparate y no lo pensábamos dos veces.
-Oiga, ese que tiene en exhibición es el Lp de 2001, ¿verdad?
-Si, lo acabamos de traer.
- ¿Y cuanto cuesta?
- Sesenta y nueve noventa y cinco.
A veces, esos discos nos costaban un ojo de la cara, pero igual lo comprábamos y llegábamos corriendo a casa haciendo una especie de ritual que consistía en contemplar largamente la portada, como anticipándonos al goce de escucharlo y después, con mucho cuidado, ayudados de una navajita especialmente comprada para ese efecto, cortábamos a lo largo de uno de los lados del empaque y descubríamos una envoltura de plástico o papel transparente que envolvía al LP. Ese primer momento, al sacarlo, era importantísimo. Deberíamos tener cuidado de que nuestros dedos estuviesen limpios y sin grasa y jamás tocar la superficie negra donde se hallaba trazada esa espiral con el sonido. Por regla general, un conocedor de estos asuntos nos miraría con desprecio si veía que nuestros discos tuvieran huellas dactilares o peor aún, rayones o manchas. Un LP era un objeto al que había que tratar con delicadeza y siempre sentí algo de pena cuando visitaba la casa de mis tíos y veía que mis primos sacaban los discos como si se tratase de ladrillos pesados. Verlos rayados, sucios, muy mal tratados me ponía de mal humor. Y era evidente que al escucharlos, la aguja del tornamesa saltara enfurecida brindando un sonido característico cada segundo.
Disfrutaba en cambio mis estancias en la casa de Eduardo, mi amigo de la adolescencia porque su padre le había comprado un tremendo equipo Gradiente, de 300 Watts, algo que en 1976 era realmente fabuloso, con unas cajas acústicas enormes. El búfer o bocina de graves era de 15 pulgadas, la de medios de 8 y el tweeter o bocina de agudos de 3.5 pulgadas. Yo pasaba mucho tiempo en su casa,a veces hasta 15 días seguidos y viví con él y Armando, su hermano, con Joaquin su primo esas experiencias de escuchar a un artista por primera vez. En una de esas ocasiones me recibió estando frente al aparato y me dijo:
- ¿Quien es este?
Colocó el fonocaptor en el inicio del LP y al instante un poderoso sonido invadió la estancia, hasta el patio. Las vibraciones hicieron sacudir las macetas que estaban en un pasillo. Una banda conformada por instrumentos de viento, cuerdas, percusiones y elementos vocales, casi una orquesta sinfónica en pleno, nos arremetía con ondas envolventes que nos atravesaban el cuerpo y me hicieron sentir una especie de palmaditas en el corazón.
- Parece Pink Floyd, le dije, concentrado en la vivencia.
- No. Se parece, pero no es.
- Escucha esa batería, los metales...
- Es tremendo, -dije, sin poder identificar
- Alan Parsons Project
Se trataba de Turn Of A Friendly Card, el primer disco que conocí de este artista y a partir de ese momento no lo he dejado de escuchar hasta el presente, más de 30 años después. Y como él, hubo muchas veces una "primera vez" en la que descubrí a algún grupo, orquesta, solista, instrumentalista que me cautivaron a partir de la portada de su LP.
Sabido es que la industria del disco comenzó con un audio de baja calidad que se llamaba "monaural", que era la única tecnología disponible. Más tare, llegó el Hi-Hi o Alta Fidelidad y finalmente el sonido Stéreo en el que muchos artistas aprovecharon su calidad para hacer grabaciones inolvidables. En nuestra sección de Punch!!FM Instrumentales podemos apreciar mucho de esto: Ahi están, por ejemplo: Jo Basile y su acordeón en melodías que se grabaron hace más de 40 años y que siguen estando en el gusto de personas exigentes, Percy Faith, que nos dejó su inolvidable "A Summer Place", Burt Bacharach y la música de la banda original de la película Casino Royale. Enumerar todos sería imposible.
Pero en cualquiera de sus etapas evolutivas, el LP siempre nos brindó portadas con diseños y fotografías que iban de lo simplista a lo magistral, de lo puramente descriptivo a lo evocador, de lo ilustrativo a lo provocador y en muchísimas de ellas había Arte, con letras mayúsculas.
Quizá por eso les apreciábamos tanto. Todo lo que ganó la industria del disco cuando llegó el CD con un sonido digitalizado se perdió en las portadas. Y mucho tiene que ver el tamaño. Las 12.5 pulgadas del LP ofrecieron siempre la oportunidad de que otros artistas, los diseñadores gráficos se explayaran a sus anchas y dieran mucho de sí mismos.
Es obvio que había un interés comercial en captar al comprador, pero también había una enorme dotación de buen gusto, arte, refinamiento, elegancia, lujos que por más que el CD nos ofrezca un sonido "perfecto", se extraña la belleza de esas portadas grandes, lustrosas, en las que nuestra mirada se recreaba en la forma y el fondo, en los colores y rostros, en las escenas que nos permitían jugar en la imaginación y suponer que eso que veíamos era muy deseable.
Hoy, casi desaparecidos, guardados en las colecciones privadas de muy pocos, viendo la luz exclusivamenete en ambientes cerrados, los LPs son piezas del museo particular de quienes los amamos aún a pesar de que igualmente ya casi no existen los tornamesas que los pueden tocar. De aquellas consolas de maderas preciosas y barnizadas que contenían ese aparato mágico que permitía escuchar la música de nuestros discos, ya no queda ni el polvo. Yo, por lo menos no he visto alguna desde hace más de 25 años y los únicos tornamesas que he visto mas recientemente son los que usan algunas estaciones de radio.
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